Todos tenemos una imagen de nosotros mismos, la que está conformada por:
- Un conjunto de ideas, conceptos, prejuicios, mitos
- Un conjunto de sentimientos relacionados (vanidad, orgullo, desprecio, vergüenza...)
- Conductas relacionadas (ser “entrador”, decidido, temeroso, “apocado”, asertivo...) La autoestima es la dimensión valorativa de la autoimagen; se apoya en dos potentes sentimientos:
- El sentimiento del propio valer: cuánto valgo, soy digno de estima, de reconocimiento, de valoración
- El sentimento del propio poder: soy capaz de generar cambios positivos en mí y en los demás, soy capaz de crecer como persona , soy capaz de superar las dificultades, los obstáculos, las adversidades
La autoestima:
- es el motor de la motivación
- del logro
- del esfuerzo
- del empeño
- de la capacidad de ser autónomo, de no depender de otros
- de la capacidad de aceptar críticas
- de ser tolerante
- de ser flexible
¿Cómo se forma la autoestima ?
A través de sucesivas experiencias con otros significativos:
- Experiencias positivas, favorables, que dan forma y fortalecen la autoestima de un niño.
- Experiencias negativas, adversas, que dan forma a una autoestima muy pobre, débil, frágil.
Formación de la autoestima a través de la vida
La primera experiencia de ser aceptado por otro, de recibir amor, de sentirse seguro y amparado, es la plataforma básica para construir una buena autoestima Desde el nacimiento hasta los 15 años:
- Ser aceptado en forma incondicional
- Ser respetado
- Ser valorado, considerado
- Recibir estímulos que lo animen a atreverse
- Ser amado en forma explícita
- Ser escuchado
- Recibir un trato deferente
- Ser asistido, apoyado
1. Ser aceptado en forma incondicional: Los adultos significativos deben transmitir al niño un amor que no está condicionado por ningún factor. Un amor que va más allá de eventuales limitaciones, discapacidades, déficits, estigmas....
2. Ser respetado: Recibir el trato deferente y considerado que merece todo ser humano, más allá de su edad, condición social, talento... El respeto al niño se relaciona íntimamente con el estilo de crianza y con la comunicación afectiva. El estilo más respetuoso, es el “democrático”, en el cual el niño es escuchado, tiene derecho a disentir, a presentar sus argumentos y a que se reconozca que puede tener la razón. El adulto es capaz de reconocer que se ha equivocado y no vacila en pedir disculpas al niño. En la comunicación afectiva, el adulto sabe
- escuchar al niño que está en una situación difícil.
- acoger y respetar sus emociones.
- ayudarlo a encontrar alternativas de solución.
3. Ser valorado: El adulto debe saber reconocer en forma explícita las cualidades del niño. Hacerle sentir que un fracaso no es sino una oportunidad para mejorar. Debe evitar toda descalificación. Debe hacer sentir a ese niño lo importante que es para el adulto.
4. Recibir estímulos que lo animen a atreverse:
- el adulto debe ser capaz de transmitir al niño que lo verdaderamente importante es el empeño que se pone en lograr una meta
- que ese empeño es muy valioso, que lo dignifica y lo hace crecer como persona.
5. Ser amado en forma explícita: Los niños necesitan escuchar palabras de afecto acompañadas de actitudes cariñosas. El cariño se expresa a través de gestos y de otros lenguajes no verbales que son muy potentes y ejercen un enorme efecto balsámico sobre un niño. Especialmente en momentos difíciles.
6. Ser escuchado: Los niños necesitan que el adulto preste atención interesada y respetuosa a sus conflictos, dudas, temores, incertidumbres. Lo más dañino para la autoestima de un niño es minimizar esos temores y conflictos: mofarse, mostrarse indiferente, descalificarle, ignorarle.
7. Recibir un trato deferente: Las investigaciones en la psicología de la autoestima han sido claras en mostrar que la negligencia afectiva de parte de los adultos significativos es el arma más mortífera a la hora de destruir la autoestima del niño.
8. Ser protegido, asistido, sentirse seguro - amparado:
La autoestima es, como tantos otros aspectos de la psicología del desarrollo:
una fuerza generativa potente
una fuerza transgeneracional
Pero también...
Inmensamente frágil y muy difícil de reparar cuando ha sido dañada por largo tiempo y/o por adultos de gran significación para el niño: padres, parientes, profesores, hermanos mayores.
La salud psíquica del sistema familiar depende de:
- El equilibrio psicológico de los adultos al interior de la familia (subsistemas parental, fraternal, la” nana”).
- Roles bien definidos.
- Calidad del tiempo compartido.
- Estilos de crianza.
- Estilos de afrontamiento de conflictos.
- Modalidades de expresión del afecto.
- Adecuada comunicación afectiva.
Todos y cada uno de estos factores es decisivo a la hora de promover, fomentar y preservar la armonía emocional de los niños. De ellos, la calidad de la comunicación afectiva es crucial, especialmente cuando los niños atraviesan por momentos dífíciles, y en la sociedad actual, los chicos se enfrentan a conflictos y adversidades a edad cada vez más temprana. La presencia de adultos sabios y acogedores en esos momentos no solo les ayudará a sortear las dificultades y salir airosos, sino que les enriquecerá emocionalmente para la vida. Es esta cualidad de educación para la vida la que le otorga a la comunicación afectiva un poder generativo transgeneracional de armonía y crecimiento emocional sobre sus beneficiarios.
En efecto, mientras más temprano en su vida los chicos se sientan emotivamente acompañados por padres sintónicos, más sólido será su aprendizaje de comunicación afectiva, el cual, convertido en una pericia para la vida, se pondrá en práctica más tarde, cuando ellos a su vez sean padres, aportando un inmenso beneficio a la sociedad, cada vez más necesitada de adultos emocionalmente sanos y equilibrados.
La comunicación al interior de la familia es una condición esencial que debe darse en forma permanente, espontánea, y debe ser practicada por cada miembro. Sus requisitos son simples pero ¡¡¡muuuuuy difíciles de cumplir!
Esta habilidad adquiere un carácter de urgencia cuando los chicos atraviesan por momentos particularmente difíciles, entendiendo por tales esos momentos aquellos en que sienten miedo, incertidumbre, confusión y dolor.
- Cuando se sienten amenazados, en situaciones de conflicto, de incertidumbre, de quiebre de sus baluartes de seguridad.
- Cuando tienen miedo a las consecuencias de una determinada acción en la que han participado directa o indirectamente.
- Cuando deben decidir y están confundidos.
Los niños pequeños (preescolares y quienes inician su vida escolar) se encuentran en una etapa muy especial de su desarrollo socioemocional, y están abocados a cumplir determinadas tareas de crecimiento, las que se conocen como “tareas de cumplimiento”, tareas que todo adulto que se relaciona de modo significativo con niños pequeños debe conocer y respetar (utilizamos el término “significativo” para referirnos a adultos que establecen un contacto afectivo prolongado con un niño, como un profesor, una “nana”, una psicopedagoga, etc., además de sus familiares, que poseen el rol de significación protagónica ).
Comunicarse afectivamente con un niño es una ciencia y un arte, ambos en constante perfeccionamiento.
Requisitos que debe tener un adulto que se relaciona con niños en forma habitual:
- Debe ser empático. La empatía es la habilidad para ponerse en el lugar del otro. A los adultos no les resulta difícil cuando se trata de otro adulto, pero una gran mayoría muestra gran dificultad para ser empático con un niño pequeño. El adulto tiende a mostrar una solicitud condescendiente que muchas veces es sólo aparente, y los chicos se dan cuenta de ello.
- Debe ser capaz de sintonizar emotivamente con el niño. Humberto Maturana acuñó el hermoso término de “sintonía co-emotiva”, que habla de una intersubjetividad emocional, ese fenómeno mágico que se da entre mamá y bebé y que permite que este último sobreviva a la tremenda angustia de sentirse inerme, desamparado y pequeño. No nos resulta difícil sintonizar con la pena, la rabia o la angustia de otro adulto, pero cuando se trata de un niño pequeño, tendemos a pensar que se trata igualmente de mini-penas, mini-rabias, mini-miedos.... No es raro escuchar a un adulto que exclama “¡pero si eso no es nada... Supiera este niñito lo que tuve que pasar yo hoy día en el banco!” Y la realidad es muy distinta: las penas, rabias o angustias son peores mientras menos recursos de elaboración racional tengamos. Y cuando tenemos menos de 8 años, carecemos de experiencias con las cuales confrontar, y carecemos de recursos de racionalización para elaborar nuestras angustias.
- Debe ser capaz de “ retroceder ” en forma rápida a su propia infancia en términos emotivos, recurso que ayuda enormemente a la sintonía co-emotiva y a la empatía emocional.
- ¡ Escuchar activamente ! (no basta mirar al niño; hay que mostrarle que existe un real interés por lo que le está ocurriendo en ese momento).
- Tener una real disposición a la escucha activa (actitud de sintonía emocional).
- Regirse por el principio de la buena fe : a menudo escuchamos a los adultos exclamar “ojo, mira que ese niñito te está manipulando” o “esta chiquilla chica es muy pilla, seguro que está haciendo teatro”.
- ¡ No enjuiciar ! Demasiado a menudo pensamos que los chicos quieren sacar ventaja de ciertas situaciones. Por ejmplo, si a un chiquito de 1º básico le duele la guatita cada lunes antes de partir en el transporte al colegio, la mamá puede decir “sebita está haciendo teatro para quedarse en casa” y el papá refrenda tal suposición reprendiendo a la mamá “claro, si tú lo malcrías dejándolo el domingo hasta tarde en cama para ver sus monos en la tele, ahí tienes al flojo, ahora no quiere ir a clases, ya se las va a ver conmigo!”. Sin embargo, una mirada más atenta permite descubrir que sebastián tiene una gran angustia... Y meses más tarde se descubre que el chofer del transporte abusaba de los chicos que iban sentados a su lado, manoséandolos... Si la mamá hubiese sabido practicar los principios de la comunicación afectiva, habría podido enterarse de lo que estaba ocurriendo.
¿Por qué es tan difícil comunicarse afectivamente con un niño?
- En primer lugar, porque la mayoría de los adultos no conoce a cabalidad a los niños pequeños. Muchos adultos (especialmente las mujeres, por el mayor desarrollo de la intuición) tienen un conocimiento bastante adecuado, sustentado en su sentido común, en el asombro, en la ternura, pero no en principios científicos. De hecho, cuando los padres deciden informarse acerca de los procesos psicológicos de su hijo, es cuando este comienza la preadolescencia, momento en que la mayoría de los papás entra en pánico.
En nuestras dos décadas de trabajo con familias, hemos conocido muchas mamás con pericias en el abordaje de las características socioemocionales de sus hijos pequeños, y muchos papás absolutamente ignorantes de dichas características. Es el costo de ser “papá proveedor-trabajólico-disciplinador”.
- Porque los adultos estamos convencidos de que nuestra misión principal en la tarea de aportar al crecimiento socioemocional de un chico es disciplinar (corregir, evitar que se vaya a torcer). Los especialistas en salud mental infantil escuchamos a menudo este comentario: “no me pida que sea buena gente, mire que si no lo corrijo ahora, qué me espera cuando este chiquillo tenga 15...” (Y el “chiquillo” en cuestión apenas se empina sobre los 4 años...)
- Porque los adultos tenemos un enorme miedo a perder autoridad, a que los chicos y lolos “se suban por el chorro”, “agarren el codo en vez de la mano”, etc. La mayoría de los adultos piensa que “ser acogedor” es mostrar el flanco débil, lo cual va a confundir al niño y a favorecer la mala conducta.
- Porque en los adultos está demasiado arraigada la desconfianza, ese atávico temor a la mala intención, y actuamos con los niños aplicando el principio de la mala fe.
Existe un círculo vicioso muy común: los chicos no se sienten acogidos, escuchados ni contenidos emocionalmente por el adulto, de modo que desarrollan conductas de aislamiento, de negativismo o de franca rebeldía, las que provocan en el adulto una inmediata reacción de desconfianza, recelo y mala fe, por lo que refuerzan el control, empeorando en los otros el aislamiento, el opisicionismo y la rebeldía.
Así muere todo intento de comunicación y va creciendo la brecha entre chicos y grandes.
Analicemos un caso:
Sandra, 6 años 8 meses . Es la menor de 3 hermanos y “conchito”, ya que sus 2 hermanas mayores están en la universidad. Una noche en que no puede dormir a causa de un resfrío, escucha una agria discusión entre sus padres, a puerta cerrada en el dormitorio, y cree oír que su papá dice “entonces me mando a cambiar y se acabó”. Al día siguiente, sandrita pasa toda la mañana en la enfermería del colegio, con un agudo dolor abdominal, de modo que piden a la mamá que la retire al mediodía. En el auto, sandra sale de su silencio para preguntar de sopetón a la mamá: “mamita, ¿es verdad que se van a separar? Anoche escuché que papito...” Y rompe en llanto.
¿Qué hace la madre?
Alternativas:
- A) La mamá se aferra el volante y responde airadamente “¡ah, ya veo, así es que andas escuchando detrás de las puertas! Mira, preocúpate de estudiar y deja de andar en lo que no te corresponde. Vas a llegar a la casa a hacer tareas como castigo“. Sandra guarda silencio y no vuelve a tocar el tema.
- B) La mamá traga saliva, guarda silencio, le pasa un pañuelito desechable a sandra y finalmente responde “eres muy chica para andar preocupándote de cosas de grandes... Anda, suénate, deja de angustiarte y pasemos al on the run a comprar una Coca Cola, pero no me toques más el tema, ok?” Sandra guarda silencio.
- C) La mamá abraza a Sandra, busca un lugar para estacionar el auto y le dice “amor mío, eres muy niñita para preocuparte por tonteras de adultos… Anda, no llores, todo se va a solucionar, te estás ahogando en un vaso de agua, de verdad que no va a pasar nada...dame un beso y una sonrisa, así...” Sandra se acurruca en los brazos de la mamá y solloza por largo rato, luego siguen camino en silencio.
- D) La mamá toma la manito de Sandra muy fuerte y le dice “mi niñita, ahora entiendo tu dolor de pancita, has estado tan afligida toda la mañana... Mira, vamos a estacionar en esa plaza y te voy a explicar lo que ocurrió anoche. No llores.” Se sientan en un escaño y la mamá le dice “bien, cuéntame qué escuchaste decir al papá que te has afligido tanto.” Sandra solloza “que se va a ir de la casa, algo así...” “¿Y escuchaste algo más?” “no, me tapé los oídos, me asusté tanto...” “Sandrita, los adultos tenemos nuestras discusiones y cuando estamos enojados decimos cosas de las cuales nos arrepentimos de inmediato... Anoche discutimos con el papá y yo me puse muy terca, entonces él se enojó tanto que efectivamente dijo que prefería irse de casa, se durmió muy enojado, pero despertó y aceptó mis disculpas y se dio cuenta que sus 4 mujeres son muy importantes para él, especialmente su conchito... Te aseguro que no va a pasar nada, y te agradezco que me hayas preguntado, porque de lo contrario tu miedo habría ido creciendo y te habrías sentido muy solita y asustada... ¿recuerdas cuando peleaste con rocío, tu vecina, y dijiste que no pensabas volver a su casa jamás? “Sandrita sonríe... “sí, y a los 2 días ya estábamos jugando de nuevo... ¡qué tontas!” Besa a su madre y regresan al auto.
En este ejemplo podemos ver:
- Las reacciones a) y b) de la mamá se dirigen a calmar su propia angustia al comprobar que la niña escuchó la pelea, pero no se sintoniza emotivamente con el dolor de la niña. La descalifica y elude tocar el episodio, tratando a la chica como a un bebé a quien se le ofrece un dulce para calmar el berrinche. En ambos casos, la mamá cierra la puerta a las emociones de su hija, las elude o las ignora en vez de darles cauce. De paso, cierra toda posibilidad de crecimiento emocional. Más tarde, sandra buscará a las amigas para confiarles sus temores y buscar consuelo, y la mamá la criticará “por no confiar en ella, las mamás debemos ser las mejores amigas de nuestras hijas”
- La reacción c) es más acogedora, pero, en vez de otorgar atención a las emociones de la niña, ironiza y minimiza el tema, eludiendo abordarlo, optando por hacer un elegante “paso de torero”. La chica va a quedar igualmente angustiada.
- La reacción d) es, naturalmente, la más sintónica.
Veamos:
- Acepta como natural la angustia de la niñita.
- Sintoniza con esa angustia.
- Se muestra como un agente que puede y debe contener esa angustia, darle un cauce.
- Escucha a la niña para formarse un escenario preciso de la situación.
- Acepta el hecho como real, lo reconstruye, pero lo sitúa en el contexto tranqulizador de una simple discusión entre esposos.
- Alivia la angustia de la niña al hacer explícito el amor del papá hacia sus hijas, en especial hacia la más pequeña.
- Utiliza un ejemplo tomado de las vivencias de la niñita para contextualizar la situación y permitirle aceptar que, efectivamente, cuando se está enojado se dicen cosas que no se sienten de verdad.
Sobre la base de la reacción d), uds. Deberán ahora puntualizar cuáles son las pericias de esa mamá, y compararlas con las pericias vuestras. ¿En qué aspectos deberían uds. mejorar?
Amanda Céspedes es Neuropsiquiatra infantil; especialista en neuropsicología y salud mental del escolar; Profesor Adjunto Asociado Pontificia Universidad Católica de Chile. |